¡Hola de nuevo! Hacia un tiempo que no escribía nada (los trabajos me absorben), pero tenía muchas ganas. Quizás no es la mejor entrada para una vuelta, sin embargo, es algo que ya había pensado. A lo mejor, se puede relacionar bastante por las fechas en las que estamos, pero el propósito no es solo tener en cuenta a las personas que tenemos a nuestro alrededor sino reflexionar sobre la vida. Perdón si me voy un poco a la nostalgia.
El caso es que tanto como persona como profesionales nos enfrentamos a la pérdida de las personas que tenemos próximas. La primera pérdida profesionalmente la tuve hace unos 6 años. Aún hoy me acuerdo de llegar y ver la ambulancia fuera, cosa que no era de extrañar porque podría ser desde un traslado a cita médica, rehabilitación o que alguien se hubiera puesto malo. Al entrar se notaba el ambiente diferente, demasiado silencio y caras largas. Ahí ya sabía que había pasado algo. No sé qué cara pondría cuando me lo comunicaron, pero lo que sé es que no se me olvida ver la cama vacía, a un familiar recoger sus pertenencias y a nosotros/as mismas tanto ese día como los siguientes pensando ahora tendría cita con él, ahora tendría que ir a tal sitio…
Todo eso se me está removiendo más por dentro porque en el tiempo que llevo trabajando para esta entidad he sufrido varias pérdidas. Y digo SUFRIDO porque aunque no fueran familiares, amigos míos ni los conociera de toda la vida, una parte de mí se ha partido al conocer la noticia. Esta misma semana he pasado por eso dos veces. Es algo que me deja todo el día pensando y quizás en un estado de stand by. Es verdad, que cada caso es un mundo y que no es lo mismo las personas que sabes que sufre alguna enfermedad bastante complicada a otras que hasta ese entonces no sufrían de nada.
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